domingo, 9 de agosto de 2009

Es de noche. El viento empujando las hojas secas sobre el suelo de cemento del patio del colegio suena como las gotas de la lluvia de verano golpeando el pavimento. La sensación es tan real, que me parece incluso oler a tierra mojada.
Mi encierro me crispa, me está volviendo ansiosa. Necesito salir, moverme, simplemente sentarme en un banco al aire libre para tomar una bocanada de aire fresco. Mi dolor me vuelve hipersensible. Mis sentidos se amplifican. Lo oigo todo, lo huelo todo, lo siento todo como si fuese la primera vez. Me siento marearme.
Cuánto echo de menos tu pecho, para recostarme en él, mientras el vello me hace cosquillas en la nariz. Cuánto echo de menos sentir tu aliento en mi nuca, tu brazo bajo mi cuello y tu mano sobre mi cadera. Cuánto echo de menos tu piel suave, dorada, y el olor, el calor, en ese hueco tras tu oreja.
…y cuánto me alegro de pasar esta noche sola, sin nadie, pudiendo recordarlo, imaginarlo todo, como si nunca hubiese terminado, como si todo siguiese igual.
Aún no he pasado una noche contigo, y ya te echo de menos. Tengo un recuerdo de ti sin haberte tocado siquiera. No dejaré que la realidad estropee todo esto… espero que todo siga siendo siempre una fantasía, la ilusión de un recuerdo…
Tengo tantas ganas de que vuelvas, de volver a verte…

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