sábado, 20 de junio de 2009

Resbalar

¿Alguna vez has pensado cómo morirás? Yo siempre he creído que lo haría de la forma más esperpéntica y extraña, bizarra, posible.
Uno de mis pensamientos recurrentes es precisamente ese, una muerte absurda, casi de película…

Al salir de la ducha casi resbalo. De repente he perdido todo control sobre mi cuerpo, y mi pie se ha deslizado entre los restos de espuma. He sentido una punzada de pánico, una ola de calor seguida de un sudor frío. Y una sensación de impotencia e inutilidad. Y luego he empezado a pensar. ¿Qué ocurriría si me hubiese caído? ¿Me dejo caer? Me habría partido algo, contra el esmalte de la bañera, con una fractura abierta de la que sobresaldría una astilla de hueso blanca, o me habría retorcido un miembro en una posición inverosímil. Como un pelele. O me habría clavado el grifo. Preferentemente en los genitales. Algo realmente sangriento. ¡Qué bonita es la sangre, tan roja sobre el esmalte blanco! ¡Y ese precioso remolino rojo cuando huye por el desagüe! O quizás directamente me desnucaré. Sí, eso es lo más probable. Y lo mejor. Sería menos doloroso. Y mi cuello retorcido en una posición inverosímil. Como una marioneta a la que han cortado los hilos. ¿Y quién me encontrará? ¿Cuál será su reacción? ¿Cuánto tardarán en encontrarme? ¿Realmente alguien me echaría de menos?

Dice el diccionario que resbalar es incurrir en un desliz. Entonces sólo sería otro desliz, uno de muchos. Otro gran patinazo. Siempre cayendo o dejándose caer. Perdiendo el equilibrio. Uno más en una vida a base de maravillosos deslices, de pérdidas de equilibrio.
De extremos, de sorpresas, de estupidez y de pérdida de tiempo. Me arrepiento de tanto y de nada. Me arrepiento de ser como soy y a la vez estoy orgullosa de ser así. Sé que debo conducir mi vida, pero a la vez soy consciente de que no me pertenece.
Me han quitado mi vida, ya no vivo para mí. Me he puesto hilos, y soy a la vez marioneta y marionetista. Mis hilos son mi adicción...

Es todo tan confuso, todo tan resbaladizo, tengo tanto miedo de caerme y hacerme daño...prefiero matarme. Voy con pies de plomo, agarrándome a lo que puedo, balanceándome, intentando mantener el equilibrio. Y siempre surgen nuevos deslices, pequeñas pérdidas de equilibrio, con su punzada de pánico y su oleada de calor. Y luego esa horrible sensación de impotencia, de falta de agarre, de caída, que no sé cómo parar, porque parezco hundirme cada vez más en ella, como en arenas movedizas. Cuanto más me muevo intentando salir, más me hundo. Me enredo con los hilos, que me ahogan y no me dejan moverme. Y esa opresión en el pecho, y ese soniquete continuo en el cerebro, que no para: “otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez otra vez”. Otra vez la has jodido...

Y entonces alguien me corta los hilos, y por un momento me hundo sobre mí misma.
Me siento perdida, sin fuerzas... ¿y ahora de dónde me cuelgo?

Pero entonces, de repente, soy plenamente consciente de que puedo moverme perfectamente sin hilos, que no los necesito. Que no he entendido nada, que los hilos no son necesarios, que si quiero puedo volar incluso...

No hay comentarios: